Ana Lafuerza, coordinadora de radioteràpia a l’hospital Sant Joan de Reus i professora de Bioética a la URV, denuncia l’ús de les Fake News durant la crisi sanitària i en plena pandèmia.
Lafuerza considera que és un perill per la població que pot aplicar de forma incorrecta les mesures i a més, pot perdre la confiança en els professionals amb aquest tipus de notícies on l’objectiu és generar por i confussió.
‘Es una idea –dijo Cottard– pero no servirá de nada. La peste es demasiado fuerte.
Lo sabremos –replicó Tarrou– con paciencia, cuando lo hayamos probado todo’.
Albert Camus, ‘La peste’.
La pandemia de la Covid-19 apareció en nuestras vidas. De sopetón oímos hablar de una extraña neumonía causada por un virus de una familia –coronavirus– que quizás nos sonaba de otra alarma, la de la gripe aviar.
Nos explicaron que era diferente a otras epidemias virales como la gripe o el SARS por la gran capacidad de propagación y la afectación muy grave de casi todos los órganos de los pacientes, no solo del aparato respiratorio.
En China se blindaron ciudades a modo de encarcelamiento domiciliario. A pesar de ello, la enfermedad y el virus atravesaron todas las fronteras, a grandes saltos, y hoy afecta a más de 28 millones de personas en todo el mundo.
Delante de un peligro presente, de duración imprevisible y, encima, invisible, surgen infinidad de metáforas, como ante todas y cada una de las enfermedades desconocidas, que produjeron terror con independencia de las cifras estadísticas de incidencia, morbilidad y mortalidad que presentaron.
A muchos nos viene, casi a modo de resorte –y una vez más– el recuerdo de Susan Sontag, y de nuestras inolvidables lecturas de sus obras La enfermedad y sus metáforas (1978) y El sida y sus metáforas (1988).
Sontag nos centra ya en el primer párrafo de la primera de ellas: «La enfermedad es el lado oscuro de la vida, una ciudadanía más cara. A todos al nacer nos otorgan una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar».
Acto seguido, al final del segundo párrafo, leímos ayer, otras veces, y leemos hoy:
«[…]la enfermedad no es una metáfora, […]el modo más auténtico de encarar la enfermedad, y el modo más sano de estar enfermo, es el que menos se presta y mejor resiste al pensamiento metafórico. Sin embargo, es casi imposible residir en el reino de los enfermos sin dejarse influenciar por las siniestras metáforas con que nos han pintado su paisaje. Aclarar estas metáforas y liberarnos de ellas […]».
Se le considera como juicio a la sociedad y muchos se apuntan a la teoría de que la globalización es la causa de la pandemia y que el mal viene de China, que quiere, desde experimentos de laboratorio, crear su hegemonía mundial, opiniones respetables.
E inmediatamente surgen ficciones parabólicas que, en lugar de basarse en la ciencia, lo hacen vertiendo acusaciones peregrinas, y convocando al incumplimiento de las normas básicas, incuestionables, de salud pública.
Y, para colmo de los despropósitos, han ‘aparecido’ opiniones como las de los presidentes de Estados Unidos y de Brasil. Se han producido muertes por la ingesta de productos tóxicos alentados por los consejos histriónicos y tuiteros de Donald Trump.
Como siempre se unen, raudas, las pseudociencias que promulgan la no propagación del virus por la vía aérea y se niegan al uso de mascarillas y del distanciamiento, pronosticando todos los males a las futuras vacunas.
Aquí en España, estas estrategias son seguidas por Fernando Vizcaíno, que se autoproclama astropsicólogo, quien convocó la manifestación negacionista de Madrid hace unas semanas, contra lo que considera una manipulación del estado para ejercer el poder en contra de los ciudadanos.
También hace unos días se convocó en Berlín una manifestación en este sentido que reunió a varios miles de personas.
En nuestro país también se propugnan la toma de fármacos que no tienen ninguna evidencia científica, entre ellos el conocido divulgador de pseudociencias y ‘remedios’ varios Josep Pàmies, quien ha convocado en septiembre una reunión en Sant Pere de Ribes acerca de la curación de la Covid-19 mediante la ingesta de dióxido de cloro que puede ser tóxico a dosis normales y diluido no tiene el menor efecto.
Las noticias falsas, ahora llamadas ‘fake news’, se han multiplicado en este tiempo y ocupan gran parte de la información, especialmente en redes sociales, pretendiendo la lejanía de una visión realista y solvente de la pandemia.
La propia evolución de la pandemia y las dificultades de control hacen que estemos desanimados y lleguemos a pensar que nunca superaremos esta situación, como lo estaba Cottard en La peste, pero debemos responder con la aplastante lógica de Tarrou, con paciencia, siguiendo el método científico cuando se hayan alcanzado evidencias científicas que avalen sus logros.
Cualquier otra cosa no es más que representación, fabulación y desinformación alienante.
Los esfuerzos de la ciencia ya han reportado mejorías muy importantes:
La mortalidad que al inicio de la pandemia era del 11% hoy es del 2,75 %, según el Centro Europeo para la prevención control de enfermedades. La sanidad italiana, mediante la práctica generalizada de autopsias, ha aportado un importante conocimiento respecto de los cambios en la coagulación que produce la infección por Covid-19 y con ello no solo ha mejorado las posibilidades de prevención; en cuanto al daño pulmonar, se ha avanzado en la utilización en esta pandemia de la terapia con corticoides, hasta ahora denostada y desaconsejada en todo proceso de infección viral. Otro avance es la terapia con Remdesivir como agente antivírico.
Estos avances han confirmado la especificidad de la Covid-19 del resto de virus hasta ahora conocidos.
La comunidad científica, en seis meses, ha publicado millares de artículos intentando dar respuesta a todas las preguntas que nos presenta esta pandemia que afecta a toda la población mundial. Los investigadores continúan con sus trabajos.
Confiemos, como siempre, en la ciencia, y rechacemos a quienes, valiéndose de la angustia que produce la enfermedad, pretenden lucrarse y alcanzar cotas de popularidad.
En estos momentos, a la espera del control de la pandemia mediante el descubrimiento de la vacuna y la constante mejora el tratamiento y seguimiento clínico, la responsabilidad individual y colectiva es muy importante. Precisamente el ejercicio de nuestra libertad nos exige cumplir los protocolos de distancia social, higiene máxima y protección con mascarilla protectora.
Al protegernos, protegemos a nuestros congéneres, sobre todo a aquellos más vulnerables. Hay que emprender una espera responsable hasta que logremos controlar la pandemia.